Devocional "La maternidad como mayordomía"
Oct 11, 2025Para Ana, ser madre no fue un título de orgullo personal, sino una asignación de mayordomía. Ella entendió que Samuel no era “su hijo” en el sentido de posesión, sino un regalo de Dios que debía administrar y devolver al Señor.
Ser madre, criar un hijo, o incluso cuidar de un ministerio o proyecto, no se trata de control, sino de responsabilidad ante Dios. La maternidad no termina en dar vida, sino en guiar esa vida hacia su propósito divino. Ana no se apegó a Samuel desde el egoísmo, sino que lo sostuvo con manos abiertas, sabiendo que su misión era formarlo para Dios y no para ella.
La plenitud de la maternidad, entonces, no está en lo que los hijos nos devuelven, sino en lo que sembramos en ellos para que vivan como herencia del Señor. El corazón de Ana nos enseña que los hijos no son extensión de nuestro ego ni una validación personal, sino flechas que debemos preparar y soltar (Salmo 127:4).
Como mujeres y madres (biológicas, espirituales o mentoras), el llamado es el mismo: ser mayordomas fieles. Administrar con amor, disciplina, fe y ejemplo, pero siempre reconociendo que el dueño de esas vidas es Dios.
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Plan de acción para hoy
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Haz un inventario de tu mayordomía – Reflexiona: ¿qué vidas, dones o proyectos Dios me ha confiado para cuidar?
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Ora por ellos – Dedica un tiempo para orar intencionalmente por tus hijos (biológicos o espirituales), pidiendo dirección para guiarlos hacia el propósito de Dios.
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Acto simbólico – Si tienes hijos, menciona sus nombres en oración y entrégalos al Señor. Si no, entrega tu ministerio o aquello que sientas que cuidas.
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Declaración – “No soy dueña, soy mayordoma de lo que Dios me confió.”
Razones para agradecer
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Gracias, Señor, por la oportunidad de ser madre, mentora o cuidadora de vidas que te pertenecen.
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Gracias, porque me das sabiduría para administrar lo que me has confiado.
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Gracias, porque no estoy sola en esta tarea; Tú eres el verdadero Padre.
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Gracias, porque me recuerdas que lo que entrego en tus manos permanece seguro.
Oración final
Padre amado, gracias por confiarme la tarea de cuidar lo que es tuyo. Reconozco que mis hijos, mis discípulos y todo lo que tengo a mi cargo te pertenecen primero. Enséñame a ser una mayordoma fiel, que siembra amor, disciplina y fe en quienes me has confiado. Dame un corazón como el de Ana, capaz de criar para Ti y no para mí. Hoy te entrego lo que está en mis manos y declaro que todo será usado para tu gloria.
En el nombre de Jesús, amén.