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Devocional "Plenitud no es poseer, es soltar"

devocional Oct 21, 2025

 

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El mundo nos enseña que la plenitud está en poseer: más logros, más bienes, más reconocimientos. Sin embargo, Ana nos muestra un camino diferente: la plenitud verdadera está en soltar.

Después de años de anhelar un hijo, de clamar en lágrimas, de ser humillada por su esterilidad, por fin tenía a Samuel en sus brazos. A los ojos humanos, este era el momento de aferrarse con todas sus fuerzas a él. Pero Ana eligió lo contrario: lo llevó al templo y lo dedicó al Señor.

Esto no significa que no amaba a su hijo, sino que lo amaba lo suficiente como para reconocer que pertenecía a Dios. Ana entendió que retener lo que Dios te da con manos cerradas puede ser causa de pérdida, pero soltarlo en el altar es abrir camino a propósito eterno.

En la vida, muchas veces confundimos plenitud con control. Creemos que mientras más aseguremos y retengamos, más completos estaremos. Pero Jesús mismo dijo: “El que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por causa de mí, la hallará” (Mateo 16:25).

La plenitud no es acumular, es confiar. No es retener, es rendir. No es poseer, es soltar. Ana lo comprendió, y por eso su historia sigue hablándonos hoy: lo entregado en el altar nunca se pierde, se multiplica.


Plan de acción para hoy

  1. Identifica lo que retienes – Reflexiona: ¿qué cosa amas tanto que te cuesta soltar? Escríbelo en tu diario.

  2. Ríndelo en oración – Haz una oración de entrega, colocando ese “Samuel” en las manos de Dios.

  3. Haz un acto simbólico – Con tus manos abiertas hacia arriba, di en voz alta: “Señor, esto también es tuyo.”

  4. Declaración – “Mi plenitud no está en lo que poseo, sino en lo que entrego al Señor.”


Razones para agradecer

  • Gracias, Señor, porque me enseñas a vivir con manos abiertas.

  • Gracias, porque lo que suelto en tus manos se convierte en legado.

  • Gracias, porque no necesito retener para estar plena, en Ti no me falta nada.

  • Gracias, porque me recuerdas que Tú eres dueño de todo.


Oración final

Padre amado, gracias porque me muestras que la plenitud no está en poseer, sino en soltar. Hoy rindo en tus manos lo que más amo, confiando en que estará más seguro contigo que conmigo. Enséñame a vivir con un corazón libre de apego y lleno de confianza. Que lo que entregue se multiplique en propósito y bendición para otros.
En el nombre de Jesús, amén.